viernes, diciembre 30, 2005

LA SIGUIENTE VEZ

Pasó un año completo, un año en que tuvimos que desmentir rumores sobre nuestra fuga y donde muy esporádicamente nos vimos, pero sólo por razones laborales.

Pero llegó al fin nuevamente esa noche de fiesta. Todos los ojos puestos sobre nosotros para ver que ocurría en verdad. Tratamos de ser cautos, mucho más cautos que la vez anterior, así fue que en esta ocasión yo salí primero y tu casi media hora después para encontrarnos a un par de cuadras de allí.

Nuevamente nuestra carrera de autos por las calles, animadas por nuestros recuerdos y ganas de tenernos el uno al otro.

El mismo motel, pero esta vez, dos autos fuera.

Comenzaba a llover cuando llegamos, te bajaste del auto con tu abrigo de cuero negro y sombrero vaquero para protegerte de la lluvia, la puerta de la habitación estaba cerrada así que no nos quedó más que comenzar a comernos a besos en la puerta bajo la lluvia.

Me abrazaban fuerte y me hacían perder el aliento, mientras mis manos ya más expertas sobre tu cuerpo, dibujaban figuras sobre tu pantalón. Hasta que al fin fue abierta la puerta y pudimos entrar a tomar un poco de aliento antes de continuar.

Te sentaste en un sillón a descansar, mientras yo examiné la habitación con mayor atención que el año anterior: era de color rojo, la cama se encontraba un nivel más arriba de un pequeño living, grandes espejos cubrían la pared.

Me acerqué a ti y desabroché tu camisa, bajo ella me encontré con tu piel la que tenía un aroma mezcla a tabaco, sudor y por sobre todo a hombre. Te besé y comencé con mis manos a acariciarte, mi boca no quería dejar ni un centímetro de tu piel sin tocar, sin rozar, sin besar... con mi lengua hice círculos que partían en el lóbulo de tu oreja y lentamente se iba acercando a tu ombligo, rozándolo suavemente por el rededor, insinuando que quería llegar más allá, debajo de tu cinturón, donde mis manos ya sentían tu despertar.

Me tomé tiempo para alejarme de ti, me puse de pie y subí al nivel de la cama, sin que te dieras cuenta me quité la ropa y quedé sólo en ropa interior. Te miré y te dije “Esto es lo que hay debajo” haciendo referencia a aquella pregunta que me habías hecho toda la noche.

Subiste a la cama dejando en el camino tu ropa, esta vez no me ibas a dejar dominar, iba a ser yo la dominada a tus deseos... rápidamente me quitaste lo que quedaba cubriéndome y comenzaste a besar mi cuerpo: primero mis senos que se ponían duros al sentir tus manos, tu lengua y tus dientes que de vez en cuando insistían en morderme. Seguiste bajando a un ritmo salvaje, haciendo que mi espalda se arqueara en busca de tu cuerpo, abriste mis piernas y tu lengua comenzó a dibujar miles de círculos alrededor de mi clítoris mientras tus manos acariciaban mis muslos y mi vientre.

Te rogué para que me dejaras tenerte entre mis manos y mi boca, así continuamos largo rato, tu jugando con tu boca en mi sexo y yo podía ahora al fin llevar a mi boca tu miembro que sabía delicioso, cada vez más delicioso... sentía tu boca y tus manos penetrar mi vagina una y otra vez mientras con ansiedad yo chupaba más y más, sintiéndote grande y duro dentro de mi boca, con mis manos acariciaba tus testículos y acariciaba aún más allá.

No sé cuánto rato estuvimos saboreando nuestros cuerpos, hasta que decidiste que ya era hora de penetrarme y hacerme sentir mucho más. Me pusiste boca a bajo obligándome a levantar mis caderas, comenzaste lentamente a dilatarme por atrás... eso era lo que querías, hacerlo otra vez de esa forma, pero en esta ocasión estabas decidido a completar el trabajo anterior. En mi cartera había gel especial para que esta vez fuera más fácil, con tu dedo índice lo esparcías alrededor y hundías tu dedo dentro de mí obligándome a dilatarme, mientras mis quejidos comenzaban hacerse cada vez más audibles. De pronto comenzaste a penetrarme y mis gritos no demoraron mientras se mezclaban con los tuyos cada vez que me embestías, adentro, cada vez más adentro, no dabas tregua y una y otra vez te hundías dentro de mí mientras yo... yo sentía dolor y placer, imposibilitándome a quedarme callada.

El placer y la excitación era tal que no pudiendo soportar más comencé a masturbarme mientras seguías en ese vaivén increíble. De pronto sentí tu explosión dentro de mí, a la que no tarde en acompañar.

Pasaron algunos minutos antes que pudiera incorporarme. Primero fuiste tú al baño, luego lo hice yo con unas inmensas ganas de tomar una ducha... el agua estaba helada, pero eso no fue impedimento para dejarme caer bajo el chorro frío.

Cuando volví me estabas esperando de pie al borde del nivel superior donde estaba la cama, con tus manos me estabas ofreciendo nuevamente tu miembro que ya comenzaba nuevamente a despertar. Lo tomé en mis manos y comencé a darle un suave masaje mientras iba sintiendo tus venas bombear más y más sangre a todo su largo, pequeños gemidos salían de tu boca mientras abría la mía para poder chuparte entero, ahí, ambos de pie, lo introduje una y otra vez en mi boca, jugando con mi lengua en la punta mientras decías lo profesional que yo era para esa práctica.

De pronto me obligaste a subir nuevamente a la cama, con fuerza me tumbaste boca arriba, abriste mis piernas, introdujiste tus dedos salvajemente en mi vagina lo que me hizo gritar pues aún no estaba lo suficientemente preparada, a pesar de esto pusiste una de mis piernas en tu hombro y comenzaste nuevamente a cabalgar sobre mí, fuerte, salvaje, entrando y saliendo, con ritmo, casi como si bailaras sobre mi cuerpo, preguntándome entre gritos si me gustaba así o más fuerte aún, ibas subiendo el ritmo mientras mis manos apretaban tan fuerte como podían las sabanas pues temía rasguñarte y que luego tu mujer se diera cuenta... así en esa locura de movimiento, sudor y gritos me clavaste tan duro, tan fuerte que mis orgasmos no tardaron en llegar junto a los tuyos.

Y así acabamos, uno al lado del otro, me mirabas y me preguntabas “¿qué estoy haciendo yo aquí?” para lo cual la única respuesta posible en ese momento era que estabas viviendo...

jueves, diciembre 29, 2005

LA PRIMERA VEZ

Recuerdo como si fuese ayer nuestra primera vez... ¿tu no? Pues ahora te la refresco:

Fue una de esas fiestas a las que uno va por compromiso más que por cualquier otra cosa, tu estabas recién llegado a la empresa y yo no te conocía mucho, es más, creo que le tenía puesto el ojo a otra persona que pasó al olvido después de esa noche.

Nos sentamos juntos en la mesa, mientras nos rodeaban distintas personas de distintos departamentos. No sé en qué punto, en que instante comenzaste a seducirme, con tus palabras, con tus roces casi imperceptibles de tu pierna contra las mías que se encantaban de sentirte. Sin pensarlo mi mente comenzó a divagar en el limbo de los placeres que podría sentir junto a ti.

Tanto fue el cántaro al agua que, ya entrada la madrugada, decidimos fugarnos de ese lugar para abandonar nuestros cuerpos al placer. La verdad es que salí de ahí un poco desorientada, sin poder creer lo que realmente estaba haciendo, pero dispuesta a pasar la noche contigo.

Me subí a mi auto con unas ganas enormes de hacer realidad todas aquellas cosas que insinuabas a mi oido mientras bailabas, tu me seguías en tu auto de cerca, dejando que yo guiara tu senda.

Dejamos mi auto dentro del condominio. Rápidamente me subí a tu auto y nos fuimos a ese motel barato que se encuentra cerca de mi casa, era tan tarde en la madrugada que no tuvimos problemas en encontrar una habitación, de la cual lo único que puedo recordar es que tenía el techo tan bajo que te pegaste dos veces al levantarte. O tu muy alto o el techo muy bajo...

Comenzaste besándome como un loco, sentía tu lengua jugar dentro de mi boca mientras mordisqueabas suavemente mis labios, era delicioso penetrar mi lengua en tu boca y sentir tu calor mientras mis manos rozaban tu cinturón con ansias de sentirte entre mis manos.

Lentamente mis manos fueron desabrochando tu camisa y fui acariciando tu torso desnudo, besándolo y pasando mi lengua por tu cuello, tus orejas y luego tus pezones, para luego seguir bajando y detenerme a jugar en tu ombligo.

Me separé de ti para quitarme la ropa, sólo dejé en su lugar un coqueto colaless café moro que llevaba puesto esa noche y que, dicho sea de paso, se me perdió y no sé dónde...

Al verme semidesnuda tu excitación llegó a tal punto que pude ver en tu rostro por una milésima de segundo todo lo que me esperaba.

Con tu mano te desabrochaste el cinturón y bajé tu cierre, ansiosa de tenerte en mis manos y mi boca. Te quitaste los pantalones y pude quitarte el bóxer que no me dejaba jugar como quería contigo. Tenías la cabeza tan grande, redonda, gustosa, que no demoré mucho en introducirla en mi boca para comenzarla a chupar con ganas, mi lengua jugaba alrededor de ti mientras mis manos jugaban con tus testículos. Tus gemidos me hacían presumir que te gustaba, entonces yo aplicaba mayor presión e iba jugando mientras me mojaba cada vez más.

Llegué al punto en que no podía más, sentía la necesidad de sentirte dentro de mí, entonces, como una loca, decidí montarme sobre ti... primero lentamente y a medida que mis jugos iban lubricándote, más intensamente hasta tenerte todo dentro de mí... la cabalgata se hizo más y más frenética, sentía como me llenabas toda dentro de mí con tu miembro, sentía cada vez que subías tus caderas cómo llegabas hasta el fondo, haciendo que me volviera loca una y otra vez...

Entonces, cuando ya no podía acabar de lo excitada que me tenías, subí mis caderas y dejé que gentilmente salieras, pues yo quería más, quería algo que ni tu te imaginabas...

Me volví a acomodar sobre ti, pero esta vez comencé a dejarme caer de tal forma que tu miembro comenzó a penetrarme por atrás, despacio, muy despacio primero, luego más adentro y más allá también sintiéndote dentro de mí por atrás, como pocas veces lo había sentido... la sensación mezcla de dolor y placer me hizo gritar y preguntaste si estaba bien, te respondí que sí, que me gustaba a pesar del dolor... como algo que sabes no debes hacer, pero que haces igual.

Luego me pusiste de lado, tu mano derecha bajo mi cuello alcanzando uno de mis pezones, mientras me penetrabas así, de lado, con ganas, firme y fuerte, a un ritmo desenfrenado que me hacía levantar la pierna para que pudieras llegar más adentro, con tu mano izquierda jugabas con mi clítoris que llegaba a doler de lo hinchado que lo tenías. Una y otra vez entrabas y salías, de pronto lento, de pronto más rápido... a veces salías por completo para volver a penetrarme en forma salvaje, mi mano acompañaba a la tuya en su excitante jugarreta con mi clítoris, hasta que te di las gracias con repetidos orgasmos mientras eyaculábas fuera de mí, sobre mi muslo.

La mañana ya comenzaba a despintar y tuvimos que salir corriendo a nuestras casas para que tu mujer no se diera cuenta de tu infidelidad.