domingo, mayo 07, 2006

LA VAN...

Me encanta escuchar tus gritos y gemidos cuando acabas en mi boca... aún ahora los recuerdo y me excitan.

Jueves por la noche, nada nuevo, hasta que suena mi celular. Eres tu aburrido en un coctel. "Ven a mi casa" esa idea me rondó desde el primer momento pero no te la dije sino hasta la segunda llamada. Cuando, practicamente, ya estabas en la mitad del camino.

"¿Auto nuevo eh?" Era una van, no me preguntes ni la marca ni el color, porque lo único que me fijé es que no era el station wagon que te había visto la última ves "Sí, tiene los vidrios traseros completamente polarizados"

Te estacionaste frente a mi casa y, después de un cigarro y algo de conversación, las cosas se comenzaron a calentar... tu mano comenzó a recorrer mis senos y mi mano comenzó a recorrer tu entrepierna, hasta que pasamos a los asientos de atrás para estar más cómodos y con menos posibilidades que los vecinos nos vieran.

Mis manos buscaron tu cinturón para deshacerme de él, para seguir ávidamente abriendo tu pantalón para descubrirte completamente erecto, esperando por mis manos y mi boca... mi lengua recogió una gotita que aparecía ya por la punta de tu pene, con ganas comencé a a chupártelo una y otra vez, lo echaba de menos, no me había dado cuenta de cuánto lo echaba de menos...


Tus manos me hicieron hacia atrás para poder alcanzar mis senos con tu boca, mordiste mis pezones una y otra vez, haciendo que me mojara más y más con cada mordida, luego tus manos se deshicieron de mis pantalones y tus dedos comenzaron a buscar mi clitoris, jugabas con él como un niño juega con un juguete olvidado por mucho y que, al recuperarlo, es el tesoro más grande. Tus dedos buscaron mi humedad, entraron una y otra vez haciendo que de mi garganta salieran gemidos de placer, mi mano tomó tu mano para que no dejaras de tocarma así como lo estabas haciendo, hasta que una explosión de sensaciones me llenó y me dejó algo exhausta. Pero no lo suficiente como para continuar.

Ya habías hecho que yo viera el cielo, ahora era mi turno.

Abrí mi boca y te introduje en mí hasta el fondo, tenía todo tu pene en mi boca mientras con mi mano tocaba tus entrepiernas, todo lo que podía tocar. Mi lengua hacía presión en el glande mientras mi mano te recorría de arriba abajo con ganas, con fuerza, pero a la vez con cuidado. Tus manos empujaron mi cabeza hacia abajo para sentir cómo entrabas por completo en mi boca, una y otra vez, hasta que de pronto te sentí gemir y sentí dentro de mi boca tu explosión... unos gritos prosiguieron a tus gemidos mientras seguía deleitándome con tu pene que, a pesar de haber acabado, aún se mantenía erecto para jugar un poquito más con mi boca.

Hacía mucho tiempo que no hacía una locura como esa... y menos en la puerta de mi casa...