domingo, abril 08, 2007

LA MAÑANA SIGUIENTE

Desperté cuando el sol ya estaba alto, en mi mente aún se revolvían las imágenes y recuerdos de la noche anterior. Me sentía pesada y desganada, una mueca de disgusto se instaló en mi cara al darme cuenta que mis muñecas y mis tobillos mostraban rojas marcas a su alrededor demostrándome con ello que no había sido un sueño.

Enojada, con el orgullo herido, me levanté de golpe sólo para darme cuenta que no podía permanecer sentada por el dolor que sentía. Un grito ahogado salió de mi garganta, un grito que más parecía un reclamo que otra cosa.
Furiosa al sentir mi orgullo mancillado me levanté y corrí las cortinas con ganas de echarlas abajo. El día era perfecto para salir a caminar; sin embargo mi enojo iba aumentando al darme cuenta que pronto las lineas rojas se pondrían azules para dar paso a moretones.

Ofuscada por todo lo acontencido, abrí la puerta del baño sólo para enfadarme aún más al ver que estaba todo dispuesto para un baño de espumas. No quería un baño de espuma, no quería nada. En esos momentos no deseaba nada que el señor de la mansión pudiera darme, sentía ganas de encararlo, de gritarle delante suyo que era un miserable por haberme tratado como una de sus esclavas ¡A mí! ¿Qué no se había dado cuenta que yo no era igual a todas? ¿Qué no se daba cuenta que no me gusta que tomen el control a menos que yo lo permita? Ciertamente que la noche anterior no lo había deseado.

Saqué toda el agua del baño, limpié la espuma y comencé a llenar el hidromasaje otra vez pero con agua limpia. Busqué entre mis pertenencias hasta encontrar sal de mar que vertí toda en el agua, con la esperanza que el agua y la sal curaran mis heridas.

Una vez dentro traté de poner en orden mis pensamientos, mis miedos y mis dudas, pero la satisfacción de haber tenido otra vez al señor de tan magnífica mansión hacía que me desconcentrata una y otra vez, pensando y sintiendo su cuerpo nuevamente en mi piel. Sin darme cuenta comencé a tocar mis pechos ergidos por el agua, hábilmente mis manos bajaron hasta mi pubis para adentrarse lentamente por mi clítoris, suaves quejidos comenzaron a escapar de mi boca mientras mi humedad se iba confundiendo con el agua salada. De pronto sentí un profundo escalofrío y un orgasmo prolongado corrió por mi cuerpo.

- Buenos días Gatita ¿o debo decir mejor buenas tardes?

Me sobresalté al oir tu voz a mi lado, tan preocupada estaba de ordenar mi mente, de revivir en mi cuerpo la sensación de tu cuerpo en el mío que no te sentí llegar.

- Nada de bueno tienen señor.
- ¿Por qué dices eso? ¿Acaso no te gustó la velada anterior?
- No

Te arrodillaste a mi lado y tomando mi barbilla, me obligaste a mirarte a los ojos… cada vez que miro tus ojos me pierdo en ellos y con eso se va mi cordura también. Pero tenía que ser fuerte, no puedo caer otra vez… no puedo dejar que me vuelvas a tratar así.

- Mis esclavos dicen que te escucharon gritar y que no aceptaste el baño de espumas… veo que el agua está limpia…
- Yo no pedí espuma, cuando quiera espuma te lo haré saber
- Gatita ¿por qué tan arisca?

Trataste de tomar mi brazo, al alzarlo viste las marcas que dejaron las cuerdas de la noche pasada, entonces tomaste mi otro brazo, las mismas marcas. Tenía ganas de llorar, ganas de gritarte y decirte que deseaba irme en esos mismos instantes de ahí y no volver nunca más. Pero un oportuno beso tuyo hizo que volviera a caer en el limbo… Mis brazos rodearon tu cuello, me levantaste del agua y me llevaste a la cama, tus labios suavemente recorrieron mi cuello, luego mis brazos hasta llegar a mis muñecas, tomaste ambas muñecas en tus manos y las besaste, susurrando palabras imperceptibles a mi oído, tomaste uno a uno mis senos y jugaste con los pezones erguidos ya por el deseo que sentía de tenerte dentro, de que me hicieras tuya otra vez. Tus labios no se cansaban de recorrer mi cuerpo, bajaste por mi ombligo y mis piernas instintivamente se abrieron para ti; sin embargo seguiste de largo, besando mis muslos, luego mis rodillas, hasta llegar a mis tobillos. Entonces acariciaste las marcas de las cuerdas y besaste mis pies por mucho rato. Una lágrima cayo por mi mejilla sin que te dieras cuenta, pues, a pesar de todo, me sentía muy humillada.

Pronto tu cuerpo se apoderó del mío, tu verga se incrustó dentro de mí haciéndome gritar, tu pelvis bailaba sobre mí haciéndome olvidar toda la noche pasada, devolviéndome mi orgullo herido. El sentirte dentro me hacía desear más y más, mi mano derecha bajó y se puso entre los dos, necesitaba sentir como entrabas y salías de mí, necesitaba acariciar mi clítoris mientras acariciaba tan hermoso falo, necesitaba sentir mi humedad mezclada con la tuya.

Mis orgasmos no tardaron en sucederse uno tras otro, en una oleada que hacía tiempo no sentía. Entonces tu mirada se ahogó en el mar de mis ojos…

- Multiorgásmica… eres una gatita multiorgásmica…